PAPEL DEL PSIQUIATRA EN LA NEURORREHABILITACIÓN
El paciente con daño cerebral presenta síndromes en los que se combinan trastornos cognitivos (memoria, lenguaje, razonamiento, atención, etc) con alteraciones emocionales y comportamentales. De hecho, es muy raro que sólo padezcan afectación motora (imposibilidad para caminar, parálisis,…). Nuestra obligación es describir con detalle estas alteraciones en la valoración de los pacientes. Para ello resulta imprescindible la información que nos proporcionan sus familiares, personas que conocen bien al paciente, ya que en ocasiones ciertos cambios podrían pasar desapercibidos en una entrevista médica. Por otra parte, para conocer la situación cognitiva contamos con la inestimable ayuda de la evaluación del neuropsicólogo. Y para el diagnóstico y tratamiento de estas alteraciones está la presencia del psiquiatra. Pero no de un psiquiatra consultor, que examina al paciente en una ocasión y si considera oportuno, indica un tratamiento, sino de un psiquiatra “de cabecera”. El día a día, ese estar con el paciente, resulta fundamental para conocer al mismo y su evolución. Otra función del psiquiatra puede ser el modular la interacción del equipo interdisciplinar con las familias. Las personas pueden sentir apoyo y sintonía con una simple escucha activa, empática.
Las personas afectadas con daño cerebral pueden presentar cambios de humor, labilidad emocional, con tendencia a llorar o reír sin razón aparente. Puede surgir con relativa frecuencia una depresión, que debe ser tratada farmacológicamente, porque de lo contrario puede estancar la progresión general del paciente. De hecho, ante la no mejoría de un paciente, sin causa orgánica o tiempo transcurrido que lo justifique, debe sospecharse la presencia de una depresión. También es frecuente la desinhibición, la falta de autocontrol o “freno”, que puede llevar al paciente a decir todo lo que piensa, sin considerar si es apropiado o no, o a la acción, sin prever las consecuencias de sus actos, imperando la impulsividad, y no respetando las normas sociales. Puede surgir ira, irritabilidad o, incluso, agresividad. Pero también se da el caso contrario, apareciendo entonces apatía. En otras ocasiones, puede predominar cierta impaciencia, inmadurez, puerilidad o comportamientos egocéntricos, siendo, en general, poco empáticos. Quieren algo y lo quieren ya, sin capacidad de demora. La forma de ser del afectado, su personalidad, puede cambiar tras un daño cerebral. Esto puede traducirse en una exacerbación, una exageración, de los rasgos previos de su forma de ser hasta un cambio radical, extremo, que llega a hacer verbalizar al familiar “tengo un extraño en casa”, “no le reconozco”.
En muchos casos, la psicofarmacología puede ser útil para tratar determinadas alteraciones que pueden surgir. Así, por ejemplo, puede ser de gran ayuda en el insomnio, la labilidad emocional o la depresión. De hecho, un alto porcentaje de pacientes se benefician de los tratamientos psicofarmacológicos. El psiquiatra experto en daño cerebral conocerá las medicaciones que pueden provocar iatrogenia en pacientes afectos de daño cerebral y que, por tanto, no se deben utilizar. También se indicará, si así se considera, una vez informado a la familia y al paciente, la conveniencia de utilizar ciertas técnicas tales como la Estimulación Magnética Transcraneal.
La psiquiatría intenta comprender el sufrimiento psíquico del individuo, extendiéndose a la familia, por lo que la interrelación entre ésta y daño cerebral es necesaria e ineludible.
Por tanto, al ingreso el psiquiatra realizará una exploración psicopatológica del paciente y mantendrá una entrevista con la familia. De ahí, extraerá los datos suficientes para transmitir al equipo su situación y modo de actuación. En ocasiones, será preciso la indicación de contención física (de no tener conciencia de enfermedad y existir riesgo hacia su persona o terceros, por agresividad,…). Para tener un conocimiento real de la situación cognitiva y afectivo-comportamental, es imprescindible, a parte de los datos proporcionados por Neuropsicología, la observación del paciente fuera de despacho, su modo de actuar, de interaccionar con las diversas personas en situaciones cotidianas y en diferentes espacios. Su estado se traslada al resto del equipo en sesión clínica, y en función del mismo, y en consonancia con los terapeutas, se planifican los objetivos y se indica un tratamiento, si así se considera.
A lo largo del tiempo en que permanece el paciente realizando tratamiento neurorrehabilitador se revisa a los pacientes a diario. Se dibuja su estado mental y sus conductas, sus oscilaciones o cambios, y en función de ello se actúa en consonancia. En función de su evolución se reestablecen, conjuntamente con el resto del equipo interdisciplinar, los objetivos a conseguir. En este proceso la familia resulta fundamental y se administra información continuada a las mismas.
Cuando se aproxima el alta hospitalaria se elaborará el informe de alta donde se detalla la situación cognitiva y afectivo-comportamental, las mejorías alcanzadas y el estado actual, el tratamiento farmacológico, si lo precisa, y se informa a la familia de todo ello.